Hacia La Economia Espiritual

Dr. Alfredo Sfeir-Younis, Ph.D.
Vivimos un momento muy especial en la historia de la humanidad. Es un mundo de grandes contrastes y contradicciones. Por una parte el adelanto tecnológico, la industrialización y, hoy, la globalización expanden los mercados, aumentan el bienestar material, y arrojan resultados muy positivos en muchas áreas de la actividad humana. Sin embargo, a pesar de estos avances, hay una gran parte del mundo que vive en miseria y se va a dormir con hambre cada noche que pasa. Vemos como enfermedades preventivas matan miles de niños al día, y como casi un millón de mujeres muere anualmente, durante el embarazo, por no tener acceso a la salud primaria. Millones mueren de SIDA y muchos son afectados por enfermedades cuyas curas son muy conocidas.
Lo mismo pasa a nivel del desarrollo económico. Los avances se materializan a costa de destrucción ambiental, marginalización de muchas personas, y una brecha creciente entre los ricos y pobres. Hoy, el consumo anual es cerca de 30 trillones de dólares. De estos, el 20% de los mas ricos en el mundo consume el 86% del total, mientras que el 20% mas pobre consume un 1.5% del total. Y hay muchas estadísticas que corroboran el tamaño de esta brecha de bienestar material. En el 2005, la ONU remarcó que los países Latino Americano poseen índices de inequidad muy altos, y vemos como la región pasa de una “década perdida” (lenguaje de la CEPAL), a una década que llamo de “injusticia social”.
La economía de mercado no tiene la capacidad intrínseca del bienestar colectivo, a pesar de todos sus meritos. Esto lo saben los economistas y la sociedad entera. Sin embargo, se insiste que este tipo de economía debe ser el modelo a seguir, y que de alguna manera u otra se harán correcciones para que los más desamparados puedan beneficiarse. Pero, en la práctica, esto no sucede, y seguimos expandiendo los círculos de pobreza, sin una capacidad de generar algo nuevo y más humanista. Esta economía debe ser constantemente corregida con políticas sociales y humanas que permitan una igualdad en todas sus dimensiones. Sin embargo, las políticas sociales no han demostrado ser eficaces ya que están filtradas por poderes políticos e institucionales que no han cambiado de sentido interior por décadas. Más aun, la globalización ha disminuido la eficacia de todas las políticas, en particular de las sociales. Y este fenómeno se esta dando en un marco de total ausencia institucional a nivel global. Las instituciones globales tienen un gran déficit democrático y responden a intereses de una minoría. Por lo tanto, la brecha nación y globalización quiebra los esquemas tradicionales, y muchas sociedades están siendo pasivamente afectadas por la globalización.
Dentro de este cuadro, es claro que hay que hacer cambios radicales en un futuro inmediato. Pero que cambios necesitamos? Volver a los viejos tiempos de reformas añejas y de corta sobre vivencia no tendría sentido, a pesar de que muchos países aun están en ese modo de subsistencia política: el debate es entre una izquierda y derecha, un poder más grande para el estado o el mercado, y tantas opciones que nunca han dado pié a un verdadero cambio transformacional.
La economía moderna de mercado no es la institucionalidad última que nos sacará de los males materiales y humanos que sufre la humanidad. De hecho, esta economía tiene demasiado poder y domina prácticamente todas las áreas de la vida. Un poder excesivo donde se esconden muchos que manipulan los sistemas para su propio beneficio.
La única alternativa es promover una gran revolución de valores. Una revolución más interior que exterior. Una revolución de la conciencia humana.
El aumento del bienestar material no es condición suficiente para una sociedad global sostenible en lo ecológico, económico, social, humano y espiritual. Más dinero no podrá comprar la paz del mundo. Mas armamentos no traerá seguridad humana. Más ganancias en las empresas no resolverá el problema de la pobreza. Hay ingredientes que faltan, y que debemos traer al centro de los debates nacionales e internacionales.
Es necesario que la economía esté al servicio de la humanidad y no la humanidad al servicio de la economía. Y para esto tenemos que entender que el éxito o fracaso en nuestro pasar no es solo individual, sino además colectivo. Y, es esta dimensión colectiva la clave para definir la calidad humana de nuestro futuro.
Esta revolución debe disminuir los valores individualistas, competitivos y excluyentes, a favor de valores humanistas, espirituales, colectivos y cooperativos. Vivimos en un mundo de total interdependencia, y por lo tanto, el fracaso de alguien es el fracaso de todos; si una persona está enferma, todos estamos afectados; y si destruimos un sistema ecológico todos los otros sistemas ecológicos serán modificados.
Esto no es utopía. Esta revolución es posiblemente el único destino de la humanidad, donde ya somos más de 6.5 billones de personas.
Las relaciones internacionales no solamente deben responder a dimensiones económicas, sino además a diálogos y consensos sobre el bienestar colectivo. No podemos vivir nuestras relaciones humanas subyugadas solo a los tratados de libre comercio solamente. Eso no es realmente lo que nos debería unir con nuestros vecinos del Norte o del Sur. No somos solamente seres económicos. Somos seres humanos, y como tal debemos hacer funcionar la economía, los negocios, las finanzas y todo lo que necesitamos en el mundo material, pero también debemos crear las condiciones para nuestro desarrollo no material.
Nuestras necesidades como humanidad no son solamente materiales. Debemos adoptar una economía menos materialista y más humanista. Esto es lo que llamo “la economía espiritual”, que es sensible a nuestra identidad interior, a nuestras necesidades no materiales, y crece a través del bienestar colectivo. Es por esto que debemos aspirar a la Sociedad del 200%: Una sociedad en que aspiramos al bienestar tanto material como espiritual.
Una nueva economía sólo nacerá de una nueva conciencia humana. La economía debe ser instrumento para crear los espacios para que esta nueva conciencia se manifieste en lo material y lo espiritual